La característica fundamental por la que Cazorla esté situada donde hoy se encuentra, además de su cercanía a la sierra, es la presencia del rio Cerezuelo. El agua ha sido necesaria para la creación de cualquier núcleo urbano desde los primeros grandes asentamientos, y el ser humano le ha buscado múltiples utilidades. En este caso, uno de ellos es el empleo de la energía hidráulica de los ríos para el movimiento y funcionamiento de los molinos harineros de agua.

Cazorla tuvo una fuerte relevancia en el cultivo de trigo durante muchos años, lo que demuestra que, en 1645, Méndez de Silva escribiese que había 25 molinos a lo largo del río de la Vega o Cerezuelo, y en el año 1751, el Catastro del marqués de la Ensenada hablara de la existencia de 12 molinos harineros por el tramo alto del rio Cerezuelo, y de otros 5 antes de su unión con el rio Cañamares y su desembocadura conjunta en el rio Guadalquivir; es decir, 17 molinos en poco menos de 15 kilómetros.

El agua del río penetraba por una abertura del molino que, bien canalizada, permitía el movimiento de las piedras del molino. Hay que pensar, que el rio Cerezuelo en la antigüedad, poseía un mayor cauce y ensanche que en la actualidad.

De todos estos molinos harineros de agua, todavía se conservan algunos en mayor o menor estado de conservación, los cuales estuvieron funcionando hasta épocas recientes y muchos conservan sus piedras de molienda y, por ejemplo, en la bóveda del rio Cerezuelo se hallan las antiguas canalizaciones de agua que nutrían a uno de estos molinos, cercano a la Plaza de Santa María.

Texto de Javier Sevilla Martínez