Los pineros eran los operarios que sacaban la madera por flotación, utilizando las épocas de mayor caudal de los ríos. Aunque en otros lugares del país se les denominaba “gancheros”, la razón por la que aquí se les denominase con tal término se debe a que, a consecuencia de la conversión de la Sierra de Cazorla y Segura en “Provincia Marítima (1746)”, la madera que se sacaba por los ríos de la serranía era únicamente de pino, para su traslado hasta Cádiz por el curso del Guadalquivir.
Una maderada se organizaba en distintas cuadrillas o “compañas”, a cuyo cargo estaba un cuadrillero. En toda maderada existía la compaña “delantá”, también llamada compaña de la broza, cuya finalidad consistía en acondicionar el río para hacer posible la flotación de la madera. Entre otras modificaciones, construían represas con los elementos naturales disponibles, como piedras, troncos o el ramaje de la vegetación leñosa riparia, como sauces. Igualmente, se encargaban de construir los “lanzaderos o tiros” en los pasos más irregulares del río o de mayor pendiente. Una vez sacada toda la madera, otra compaña llamada “de zaga” se encargaba de desmantelar lo construido por la delantá, recuperando así las piezas de madera utilizadas en la conducción.
Habitualmente, los pineros de las compañas delantá y “de zaga”, utilizaban también explosivos en su trabajo, tanto para demoler las rocas que entorpecían la flotación de los troncos, como para romper éstos, y deshacer el amontonamiento que taponaba el cauce en pasos estrechos y que se formaban por el desplazamiento incontrolado de los troncos. Entre los pasos difíciles de la serranía, y que requerían un costoso y trabajoso acondicionamiento, estaban la Cerrada del Utrero junto a Vadillo-Castril en el Guadalquivir y el Salto de los Órganos, en el rio Borosa, donde se construyó el mayor lanzadero que posiblemente se haya montado nunca en la serranía.
Texto de Javier Sevilla Martínez